8/11/14

Limites Intangibles entre Socios Creativos













Todos hemos tenidos socios en algún momento de nuestra vida y con distintas motivaciones y los parámetros de estas sociedades dependen del área de trabajo en que se den, lo que las hace particulares. Y nada más particular y diferente que asociarse para emprendimientos que involucran procesos creativos como en arquitectura, ya que la dinámica de creación propia de nuestra disciplina plantea retos especiales al momento de asignar responsabilidades, ejecutar procesos y reconocer créditos de autor, entre otros aspectos.[1]

En términos generales, un socio creativo es, como en todas las disciplinas, un recurso que no es gratis; nos mueve la idea y la estructura de poder, nos asociamos por las mismas razones que el resto de los mortales y también cometemos los mismos errores que pueden llevar nuestros emprendimientos al fracaso.

Sin embargo, entre socios creativos no todo puede ser tan fácilmente distribuido, acordado, organizado, cuantificado, compensado adaptado o evaluado previamente, como sugiere Trias de Bes en su publicación "El Libro Negro del Emprendedor" y que, según el, deberían hacerse para que no existan problemas entre socios. Resulta difícil hacer estas "salvedades" por las características intrínsecas del proceso creativo para generar un producto comercializable en arquitectura que, en nuestro caso, sería un proyecto arquitectónico.

Podemos comenzar diciendo que hay un componente de azar importante en el proceso creativo porque es un producto que, a diferencia de otros, debe ser sometido a la evaluación del cliente antes de salir al mercado, así mismo, aunque se acuerden dos o tres correcciones previas, realmente no conocemos el momento final en que el cliente este satisfecho con lo que se le ofrece. Es decir que hay una buena cantidad de trabajo que se desaparece por un agujero negro y que se puede preveer pero no cuantificar o delegar.

Así mismo, al interior del estudio de arquitectura la incertidumbre y el azar también están presentes, esta es la radiografía de mi propia experiencia empresarial; un concepto, un proyecto, se somete a una lluvia de ideas permanente, los rayones se superponen, el papel transparente va diluyendo la propuesta inicial, en el proceso creativo todos participan, se fusionan los esfuerzos, las discusiones cohesionan los aportes y es así que se pierden las fronteras de la autoría de la producción intelectual y creativa.

¿Cómo definir los honorarios para esta actividad?, ¿cómo determinar quién hace un mayor o mejor aporte?, ¿cómo ponerle valor a la idea? Para efectos prácticos existen los contratos que ayudan a definir el alcance en cuanto a contenidos del proyecto, tiempos, remuneración, etc., sin embargo, la autoría total del diseño de un producto es difícil de cuantificar así como lo es valorar la participación de los socios y empleados.

Al final, resulta ser un proyecto de producción colectiva y no solo de los socios, resulta de los aportes del ingeniero civil, del paisajista, del dibujante e incluso del personaje que vive en la misma calle donde será construido el proyecto, personaje que será pieza clave en algún momento del proceso creativo.

Es aquí, donde es posible que surjan los miedos, las desconfianzas e inconformismos  que sugiere Trias de Bes en su texto; ¿debería recibir mayores beneficios económicos y profesionales? ¿Si la mayor producción ideológica del proyecto es producción propia debería recibir mayores créditos?

Es evidente entonces, que hay límites para cuantificar o medir los aportes y limites intangibles de participacion de cada socio y que deben asumirse como una perdida productiva pero que a la larga es un plus porque el producto final es de mejor calidad, sin embargo, es una ganancia que, repito, puede ser prevista pero difícilmente cuantificable y atribuible a uno u otro de los socios. Un asunto equitativo más no necesariamente justo.

En todo caso, estoy de acuerdo en que, si decidimos tener socios, este debe ser un acto más estratégico que emotivo y debemos partir de tener claro todos los posibles escenarios de fracaso que menciona Trias de Bes, hacer acuerdos previos, los mas precisos posibles, y regirnos por los principios que sugiere, como la amistad, la comunicación, la comprensión, la paciencia, la confianza, la fidelidad y la flexibilidad, que son la base de cualquier buena relacion entre personas cercanas, solo entonces la posibilidad de que la sociedad sea un fracaso se disminuirá.

Escrito por Jairo Torralvo[2]

[1] Ensayo basado en el capítulo sobre los socios en un emprendimiento del texto “El Libro Negro del Emprendedor” de Fernando Trias de Bes. Presentado como trabajo final en la asignatura Formulación y Preparación de Proyectos de la Especialización en Gerencia de Proyectos de la UPB, seccional Montería, 2014-2

[2] Arquitecto, Especialista en Planificación del Desarrollo Regional y Urbano, Universidad de los Andes, Bogotá 1993. Asesor en temas urbanos, diseño y construcción de Proyectos arquitectónicos. Fundador y actualmente Director de proyectos en 622 Arquitectos en Montería.

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