Todos hemos tenidos socios en algún momento de nuestra vida y con distintas motivaciones y los parámetros de estas sociedades dependen del área de trabajo en que se den, lo que las hace particulares. Y nada más particular y diferente que asociarse para emprendimientos que involucran procesos creativos como en arquitectura, ya que la dinámica de creación propia de nuestra disciplina plantea retos especiales al momento de asignar responsabilidades, ejecutar procesos y reconocer créditos de autor, entre otros aspectos.[1]
En términos generales,
un socio creativo es, como en
todas las disciplinas, un recurso que
no es gratis; nos mueve la idea y la estructura de poder, nos asociamos por las mismas
razones que el resto de los mortales y también cometemos los mismos errores que pueden llevar
nuestros emprendimientos al fracaso.
Sin embargo, entre
socios creativos no todo puede ser tan fácilmente distribuido, acordado,
organizado, cuantificado, compensado adaptado o evaluado previamente, como
sugiere Trias de Bes en su publicación
"El Libro Negro del
Emprendedor" y que, según el, deberían hacerse para que no existan
problemas entre socios. Resulta difícil hacer estas "salvedades" por las características
intrínsecas del proceso creativo para generar un producto comercializable en
arquitectura que, en nuestro caso, sería un proyecto arquitectónico.
Podemos comenzar
diciendo que hay un componente de azar importante en el proceso creativo porque
es un producto que, a diferencia de otros, debe ser sometido a la evaluación
del cliente antes de salir al mercado, así mismo, aunque se acuerden dos o tres
correcciones previas, realmente no conocemos el momento final en que el cliente
este satisfecho con lo que se le ofrece. Es decir que hay una buena cantidad de
trabajo que se desaparece por un agujero negro y que se puede preveer pero no
cuantificar o delegar.
Así mismo, al interior
del estudio de arquitectura la incertidumbre y el azar también están presentes,
esta es la radiografía de mi propia experiencia empresarial; un concepto, un
proyecto, se somete a una lluvia de
ideas permanente, los rayones se superponen, el papel transparente va diluyendo
la propuesta inicial, en el proceso creativo todos participan, se fusionan los
esfuerzos, las discusiones cohesionan los aportes y es así que se pierden las
fronteras de la autoría de la producción intelectual y creativa.
¿Cómo definir los
honorarios para esta actividad?, ¿cómo determinar quién hace un mayor o mejor
aporte?, ¿cómo ponerle valor a la idea? Para efectos prácticos existen los
contratos que ayudan a definir el alcance en cuanto a contenidos del proyecto,
tiempos, remuneración, etc., sin embargo, la autoría total del diseño de un
producto es difícil de cuantificar así como lo es valorar la participación de
los socios y empleados.
Al final, resulta ser
un proyecto de producción colectiva y no solo de los socios, resulta de los
aportes del ingeniero civil, del paisajista, del dibujante e incluso del
personaje que vive en la misma calle donde será construido el proyecto,
personaje que será pieza clave en algún momento del proceso creativo.
Es aquí, donde es
posible que surjan los miedos, las desconfianzas e inconformismos que sugiere Trias de Bes en su texto; ¿debería
recibir mayores beneficios económicos y profesionales? ¿Si la mayor producción ideológica
del proyecto es producción propia debería recibir mayores créditos?
Es evidente entonces, que hay límites para cuantificar o medir los aportes y limites intangibles de participacion de cada socio y que deben asumirse como una perdida productiva pero que a la
larga es un plus porque el producto final es de mejor calidad, sin embargo, es
una ganancia que, repito, puede ser prevista pero difícilmente cuantificable y
atribuible a uno u otro de los socios. Un asunto equitativo más no
necesariamente justo.
En todo caso, estoy de
acuerdo en que, si decidimos tener socios, este debe ser un acto más
estratégico que emotivo y debemos partir de tener claro todos los posibles
escenarios de fracaso que menciona Trias de Bes, hacer acuerdos previos, los mas precisos posibles, y
regirnos por los principios que sugiere, como la amistad, la comunicación, la comprensión,
la paciencia, la confianza, la fidelidad y la flexibilidad, que son la base de cualquier buena relacion entre personas cercanas, solo entonces la
posibilidad de que la sociedad sea un fracaso se disminuirá.
Escrito por Jairo
Torralvo[2]
[1] Ensayo basado en el capítulo sobre los socios en un emprendimiento del
texto “El Libro Negro del Emprendedor” de Fernando Trias de Bes. Presentado
como trabajo final en la asignatura Formulación y Preparación de Proyectos de
la Especialización en Gerencia de Proyectos de la UPB, seccional Montería,
2014-2
[2] Arquitecto, Especialista en Planificación del Desarrollo Regional y
Urbano, Universidad de los Andes, Bogotá 1993. Asesor en temas urbanos, diseño y
construcción de Proyectos arquitectónicos. Fundador y actualmente Director de
proyectos en 622 Arquitectos en Montería.
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